Pedro:
Te escribo esta carta porque deseo expresar mis sentimientos sobre nuestra primera cita que tuvimos la semana pasada. El parque que elegiste para vernos era muy hermoso; noté que tiene una incontable cantidad de especies de aves, ya que pude observarlas a detalle, en las dos horas que estuve esperando tu llegada, pues considero que eres un hombre con una percepción artística del tiempo y con un estilo de comunicación singular, puesto que al preguntarte de tu retraso me contestaste – mejor no hubiera venido.
Debo confesarte que pasé gran parte del día eligiendo la ropa que debía usar, combinando las prendas para que hicieran juego con el elegante y delicado moño de mi pelo, pulcro y peinado a conciencia. De los perfumes que tengo, decidí usar el que solo utilizo en ocasiones especiales, pues consideré que esta era una de ellas. Después de observar a tantas columbas livias —palomas, para que te quede claro, ya que sé de tu inteligencia poco convencional—, pude darme cuenta de que tienes un gusto ecléctico en el vestir. Ahora se que te gustan los gatos, pues llevabas uno, estampado en la sudadera morada que elegiste para esa ocasión.
También sé que tienes ocho hermanos, tres son mujeres, y que eres tío de veinte pequeños a quienes, en su mayoría, no les gusta ir a la escuela. Sé lo unidos que son en tu familia, ya que me comentaste que viven todos juntos y que, si lo deseo, hay un lugarcito para mí. Te comento que soy estudiante de ingeniería, hija única, y que por las tardes ayudo en la contabilidad del negocio familiar de mi papá. Te lo hago saber porque eres un hombre con alta exigencia de atención y casi no me dejaste hablar.
Cuando después de tanto escucharte, te dio hambre, me indicaste que nos dirigiéramos – por un taquito – a la esquina del parque, pues desde hace años “tacos Don pancho” atiende ese día de la semana. Después de devorar y desaparecer cuatro tacos de pastor, dos volcanes de bistec, tres quesadillas de suadero y dos refrescos de naranja, pude notar que tienes una generosidad controlada, ya que tuve que pagar la cuenta porque olvidaste la cartera en el trabajo, detalle que pude notar con más realce cuando me pediste para el camión de regreso y treinta pesos para el arbitraje para el partido del día siguiente.
Quisiera mencionarte que, tras reflexionar profundamente sobre nuestra interacción, he llegado a la conclusión de que, por el bien de ambos, sería mejor que cada uno continúe su camino por separado.
Te dejo esta carta en el puesto de jugos con tu hermana Conchita, creo que me comentaste que es la mayor. Espero que te encuentres bien y, de ser posible, la semana que viene paso por los treinta pesos que me debes.
Sinceramente, Julieta.
P.D. Déjame los treinta pesos con tu hermana, no es necesario que tú estés.
Esta carta es el producto de un reto literario, que se trataba de escribir una carta que evidentemente está llena de rencor e insultos, pero convertidos en los eufemismos más elegantes y maravillosos. Es de un canal que recomiendo sobre escritura.
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